Juan, el misterioso, el seductor, el enigmático que ocultaba su verdadera identidad detrás de una máscara de amabilidad, me atrapó entre sus brazos con la gracia de un bailarín. Desnudó mi alma con la sutileza de un artista, desvelando mis secretos más profundos. Mis defensas se desvanecieron ante él, y me entregué sin reservas a su voluntad. Sus labios, suaves y cálidos, recorrieron mi piel con una delicadeza embriagadora. Cada roce era una promesa de placer, un susurro de pasión que...